En la conmemoración litúrgica del Beato Padre Francisco Spoto, y en el contexto del centenario de su nacimiento y bautismo, así como del 60 aniversario de su martirio, yo Manolo Frías Silván, di mi sí definitivo al Señor. El sagrado rito tuvo lugar en la Santa Misa presidida por monseñor Vincenzo Bertolone, arzobispo emérito de Catanzaro-Squillace, en la parroquia de Santa María de la Perseverancia, en Roma.
El «sígueme» que Jesucristo dirige a todos los que llama no es un imperativo, sino una invitación que solicita una respuesta libre de la persona llamada, de hecho, Él dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí…». Sígueme fue también la palabra dirigida a San Mateo (Leví), él estaba sentado en el banco de los impuestos y mientras hacía este trabajo el Señor lo llamó. Yo también tuve que dejar un trabajo que tenía que ver con los impuestos y el dinero. Debo confesar que la respuesta a esta llamada no fue ni inmediata ni fácil, pero con la ayuda de algunos sacerdotes y religiosas pude dar mi primer «sí».
En el proceso de maduración de este primer «sí», a veces le preguntaba al Señor: ¿Por qué me has elegido? Y a través de la Sagrada Escritura me respondía: «Dios eligió lo necio del mundo para confundir a los sabios, Dios eligió lo débil del mundo para confundir a los fuertes, Dios eligió lo bajo y despreciado del mundo, lo que no es nada, para reducir a la nada lo que es, para que nadie se gloríe delante de Dios» (1Cor 1, 27-29). Y de nuevo, ante mi debilidad, su fidelidad y su misericordia: «Te basta mi gracia, pues mi poder se manifiesta plenamente en la debilidad» (2Cor 12,9).
De la homilía de monseñor Vincenzo Bertolone, quisiera citar un pequeño fragmento en relación a los votos:
«Los votos no son abstracciones, sino vida divina en nosotros. Son tres, pero indican el todo, porque abarcan toda la vida en todos sus aspectos y detalles. Seguimos los consejos evangélicos para liberar nuestras manos (pobreza), para liberar nuestro corazón y nuestro cuerpo (castidad), para liberar nuestra libertad (obediencia). Ser libres interiormente y libres del tener, del poder y del orgullo, del amor egoísta y posesivo y de los deseos sin sentido».
El Señor me ha llevado a este momento de mi sí definitivo, que se llama ‘profesión perpetua’, pero en ella lo más importante es que el Señor acepta mi ofrecimiento y me hace la promesa de que siempre estará conmigo, de que su palabra nunca fallará.
También quiso mostrarme el carisma de la familia Cusmaniana, herencia del Beato Padre Santiago Cusmano, un hombre de Dios que supo reconocer a Jesucristo en los pobres, en los enfermos, en los rechazados de la sociedad. Siguiendo sus huellas, decidí consagrar mi vida al servicio del Reino de los Cielos, más concretamente a la cura espiritual y corporal de los pobres. Es Dios quien dispuso que mi primera profesión religiosa de los votos de castidad, pobreza y obediencia fuera el 24 de septiembre, y que cuatro años más tarde hiciera la profesión perpetua, para que iluminado por el ejemplo y el testimonio del mártir Padre Spoto comprendiera hasta qué punto debo renunciar, hasta qué punto debo ofrecer mi vida.
Soy consciente de que, con la profesión perpetua de los votos de castidad, pobreza y obediencia, mi proceso de formación no termina, sino que me abre y me lleva a muchos otros desafíos que, confiando en la gracia y en la ayuda de Dios, tendré que afrontar.
Recen por nosotros los consagrados, para que el Señor nos conceda la gracia de vivir como verdaderos testigos de su amor en medio del mundo, amando y sirviendo a Jesucristo en la persona de nuestros hermanos más pequeños.
Hno. Manolo Frías Silván