Bienvenido al Sitio Oficial de los Misioneros Siervos de los Pobres

A su hermana Sor Vincenzina

Superiora en Monreale

Palermo, 21 de octubre de 1884

 

 

Hermana e hija mía en Jesucristo,

¡Que Jesús sea amado por todos los corazones!

 

La luz del Señor la tenemos en la regla, que la Gran Madre de Dios nos dio, lo que necesitamos es vivir según el espíritu de nuestra regla y no vivir más según la naturalidad de nuestro corazón. Haciendo esto tendremos la luz para ver, conocer y apreciar nuestra gran fortuna, y formaremos el gusto para ser cada vez más afortunados.

Por la comida diaria, hija mía, tu fe está más segura, como me escribes en esta última carta, pero por el vestido tu corazón está afligido y hace vacilar la fe, pues bien, recuerda que el buen Jesús, queriendo dar la luz a los ciegos, utilizó el barro formado con saliva y tierra; es siguiendo el mismo camino que quiere iluminarnos uniendo nuestra tierra a su saliva, gracias a la observancia de la santa regla. Debemos alimentar a los pobres antes de que nosotros comamos, e igualmente debemos vestir a los pobres antes de vestirnos. Esto es lo mismo que decir: tanto para comer como para vestirse, y así para todas las demás cosas necesarias para la vida, no son los Pobres quienes primero deben experimentar la pobreza y el sufrimiento, sino que debemos ser nosotros. Así que pasemos a la observancia, pongámonos en nuestros ojos este barro prodigioso. Haz para el vestido lo que hiciste con la comida; empiecen a estropear sus sábanas y hagan camisas y faldas para las pobres huérfanas. Dentro de poco se quitarán, incluso las blusas para dárselas a las huérfanas, y así veremos que, si el corazón de los Monrealeses no se mueve, seguro que el corazón de Dios se moverá y vendrá en nuestra ayuda […].

Te bendigo en el nombre del Señor.