Agrigento, 7 de diciembre de 1882.

Queridísima hija mía en Jesucristo,

¡Jesús sea amado por todos los corazones!

Volví con el dolor de no haberte podido decir una palabra, como era mi deseo. Sea hecha la voluntad de Dios.

Acepta la presente carta como una reparación por esta falta de mi parte, y como una manifestación de esa estima que siempre he tenido por usted […] 

Le recuerdo que mañana es el día de nuestra Santísima Madre y le exhorto a atar un nudo en el amoroso afecto de la Gran Madre de Dios y Madre nuestra con una unión perfecta a la adorable voluntad de Su Hijo.

¿Quiere complacer a la Madre? Ame tiernamente al Hijo; ¿quiere complacer al Hijo? Ame tiernamente a la Madre. Y así será la hija favorita y recibirá la plenitud del don de Dios.

La bendigo con todas las Hermanas y la Superiora.