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Adoración Eucarística Cusmaniana

La devoción eucarística es fundamental en la espiritualidad cusmaniana y fue vivida por el Beato Santiago Cusmano en una triple dimensión: como «pan de vida», como «Pobre Sacramento de Cristo» y como «bocado eucarístico del pan partido», para alimentar a los pobres a través del alimento material y espiritual.

Para el Cusmano, en primer lugar, la Eucaristía, (en línea con la Tradición de la Iglesia y siguiendo a San Alfonso María de Ligorio), es «Sacramento de amor» y «Pan de vida». Es el «gran sacramento del amor, en el que Jesús se entrega todo a nosotros en su cuerpo, en su sangre, en su alma, en su divinidad». En la Eucaristía, Jesús «agota su omnipotencia divina»: «amante apasionado», nos busca, recibe nuestras visitas, nos invita a la mesa. Nos da todo, en alimento para nuestras almas, como un «banquete de amor». Pero este «sublime sacramento del amor» es para nosotros un modelo y una llamada: nuestro amor humano, necesariamente limitado, se corrobora en Cristo Eucaristía, se abre cada vez más a las dimensiones del amor divino y se hace capaz de amar auténticamente a los demás; es, por tanto, el secreto de la eficacia de nuestro amor terreno. Luego, exhorta el Cusmano: «Vivamos en él, por él, formemos una sola cosa con él, y con él seremos también entre nosotros una sola cosa».

En el contexto secularizado en el que vivimos, en la sociedad que se aleja cada vez más de Dios, la santa comunión es el remedio más eficaz. Jesús, «Pan de vida», quiere que todos nos salvemos; en el drama del pecado y en el alejamiento sistemático de Dios, Jesús interviene con la Redención y con su amor misericordioso, dándonos todo. También Cusmano, reaccionando a la rigurosa influencia jansenista y siguiendo la tradición de los jesuitas y de San Alfonso, insiste en la comunión frecuente, incluso diaria.

Por lo tanto, debemos hacer todo lo posible para «crecer en la fuente de la vida eucarística», para sentir verdadera «hambre» del pan eucarístico, para participar en la Santa Misa uniéndonos a la ofrenda del Cuerpo y la Sangre de Cristo, para intensificar las comuniones espirituales, las visitas al Santísimo Sacramento y otras prácticas de devoción eucarística.

En segundo lugar, hay un rasgo que califica la devoción eucarística cusmaniana y que funda la fe en el servicio apostólico: «Sacramento de Cristo» es la Eucaristía, pero también lo es el Pobre; son «Cuerpo de Cristo» uno y otro. Jesús se esconde y se aniquila por nuestro amor: la Palabra «humanizada», despojada de su gloria y compartiendo nuestra naturaleza humana, se ha convertido en el «pobre por excelencia». Pero el «ocultamiento» y el despojo de Jesús no cesó con la muerte: quiso permanecer con nosotros en el sacramento del altar y el mismo Jesús, que permaneció para nosotros en el sacramento eucarístico, está también en el «Sacramento de los pobres». Los textos cusmanianos sobre el tema son numerosos y están dispersos a lo largo de todo el epistolario: el tema de «Jesús presente en los pobres», más que un simple tema, es una «dimensión» que impregna todos sus escritos y constituye su hilo conductor. Por lo tanto, para el Cusmano, la práctica de la vida cristiana no puede prescindir de la fe viva que obra por la caridad. Es lo que se llama la «Eucaristía de los pobres»: «El acto de fe en la presencia real del Señor en la Eucaristía está inacabado hasta que se perfecciona por el acto de caridad hacia el cuerpo del Señor escondido en el hermano que sufre». Contemplación y acción, celebración y servicio, el misticismo caritativo cusmaniano.

Por último, hay un rasgo apostólico que es específicamente «boconista»: el «bocado eucarístico» y la mesa compartida. Jesús alimenta una doble hambre: material y espiritual; así el «bocado de los pobres». Todos los cristianos están llamados a cooperar para que los pobres tengan vida física, a través de la comida material, y vida divina, a través de la recepción del pan eucarístico. El «bocado de los pobres» es la mesa de amor que une a ricos y pobres en la caridad, constituyendo para todos un motivo de salvación y santificación, además de ofrecer la posibilidad de construir una sociedad más justa, basada en el compartir y la comunión. El «bocado» cusmaniano fue una novedad absoluta en el siglo XIX eclesiástico siciliano, para hacer de Cusmano un precursor y un profeta de los nuevos tiempos. Entonces fue una invitación a la caridad de todos en la Iglesia, como una expresión de la filiación común del mismo Padre, pedagogía de la caridad eclesial, «compartir» y «mesa familiar abierta», implicación de todos e igualdad desde el encuentro en la mesa eucarística.

Constituye el específico Cusmaniano: aún hoy puede y debe conducir a la defensa y promoción de los pobres; hay una estrecha correlación entre el «bocado eucarístico y las familias del mundo». Es una invitación a comprometernos firmemente al repudio de toda violencia o lucha. Según el espíritu de los primeros tiempos de la Obra, el «Bocado», como la Eucaristía de la que deriva y a la que está ligado, es un «átomo de amor», que aboga por la revolución del amor.

1. JESÚS PAN DE VIDA

1 – CANTO PARA LA EXPOSICIÓN DEL DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO

2 – ADORACIÓN

GUIA: Alabemos y demos gracias en cada momento
TODOS: Al Santísimo y Divinísimo Sacramento.

Gloria al Padre..como era en el principio…

ORACION:

Oh Cristo, Palabra del Padre,
Rey glorioso entre los ángeles,
luz y salvación del mundo,
en ti creemos.

Comida y bebida de vida,
bálsamo, vestido, hogar,
fuerza, refugio, conforto,
en ti esperamos.

Ilumina con tu espíritu
la oscura noche del mal,
guía nuestro camino
al encuentro con el Padre.
Amén.

3 – ESCUCHEMOS LA PALABRA

Somos una comunidad unida en el nombre del Señor. Una certeza debe animarnos: el Señor está presente entre nosotros en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Él es nuestro Hermano y nuestro Dios, vida y tesoro de nuestras almas,  nuestra eterna felicidad, nuestro bien, nuestro todo». Frecuentemente comemos su carne inmaculada, por la que se nos comunica la vida; todos los tesoros se nos darán en este Tesoro. (Santiago Cusmano).

L1 Del Evangelio según San Juan 6, 48-58.

Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que desciende del cielo, para que los que lo coman no mueran. Soy el pan de vida, bajado del cielo. Si alguien come de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo les daré es mi carne para la vida del mundo.

Entonces los judíos comenzaron a discutir entre ellos, «¿Cómo puede este hombre darnos su carne como alimento?». Jesús dijo: «En verdad, en verdad les digo que si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes». El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. Quienquiera que coma mi carne y beba mi sangre, vive en mí. Este es el pan que bajó del cielo, no como el que comieron vuestros padres y murieron. El que coma este pan vivirá para siempre».

O también: Jn 6, 26-34 – Jn 6, 35-40

Momento de silencio

L.2 De las cartas del P. Santiago Cusmano

«En el Sacramento del Amor, Dios agota su omnipotencia. Siendo el gran Dios que es, no puede darnos más de lo que ya nos ha dado. Él mismo se entrega a nosotros en este Sacramento; noche y día nos espera nuestras visitas en el sagrario, para comunicarnos sus luces, sus gracias. Es precisamente el amante apasionado que no se detiene ante las dificultades y los sufrimientos, sólo por ver un momento el objeto de su amor. Y casi como si fuésemos el objeto de su felicidad, está encarcelado allí, sufriendo descuido, desprecio, olvido. Espera a que llegue el momento en que nos acerquemos a Él.

El amor, hermano mío, tiende a la unión perfecta […]. ¿Qué es lo que desean dos personas que se aman, si no estar unidas, para evitar los pensamientos y deseos del otro? Y este gran deseo de unión perfecta es tan grande que nunca se satisface: el tiempo es siempre corto para los amantes; así fuera un siglo, su unión es imperfecta y les deja anhelando una mayor intimidad; ¡lo que hace que dos almas se conviertan en un solo cuerpo, o más bien, como se dice, un cuerpo y un alma! Y si fuera posible que uno de los amantes se hiciera comida para el otro, lo haría no sólo de buena voluntad, sino con gran deseo […]. Y esto no por un momento, sino para siempre.

Lo que el mundo no sabe y no puede hacer, lo que la criatura limitada no puede hacer, Dios lo hace, Jesucristo, vida nuestra, lo hace, por nosotros en el banquete celestial de la mesa Eucarística. Sí, Dios, que nos ama de verdad, Dios, que es el verdadero amor, y es la omnipotencia del amor, ¡ha sido capaz de hacer tanto! Y si la redención no hubiera sido necesaria para nuestra salud, se habría encarnado sólo para establecer este gran sacramento de amor, en el que todo se nos da en el Cuerpo, en el Alma, en la Sangre, en la Divinidad. Dios, siendo ese gran Dios que es, ha agotado los verdaderos tesoros de Amor y Omnipotencia, dándose a sí mismo como alimento a las almas, estableciendo este sublime don a la naturaleza humana en general, pero a cada hombre en particular. En efecto, la encarnación, la pasión, la muerte y todos los misterios de la redención, se dirigían a este fin.

En efecto, la Iglesia, nuestra madre, nos enseña que el amado Jesús nos ama a cada uno con el mismo amor con el que amó a todos, e hizo y hace por cada uno de nosotros lo que hizo y hace por todos».

O también:

«No dejes, hija mía, la Santa Comunión: sin este pan diario, el alma se debilita y muere. Ah, hija mía, no dejes morir lo que el Señor alimenta con su cuerpo, con su sangre, con su alma, con su propia divinidad; en cambio, haz todo lo posible por mantener esta vida que es un anticipo de la vida que disfrutarás en la eternidad».

Oh, él es el más hermoso entre los hijos de los hombres. Y siendo Dios igual al Padre, no podía ocultar su gran deseo de ser el alimento de nuestras almas. ¿Por qué tanto frío? Es el Pan de la Vida, y quien lo coma tendrá la vida eterna. Él mismo nos enseña a rezar por ello diariamente.

CANTO

4 – ORACIÓN

G: «Sin este pan cotidiano el alma se debilita y muere […]. Es el Pan de la vida y quien lo coma tendrá la vida eterna. Él mismo nos enseña a rezar por ello diariamente». Oremos juntos diciendo después de cada intención:

T: Jesús, Pan de vida eterna, despierta en nosotros el hambre por ti.

– Señor, danos siempre de tu pan para que no desfallezcamos en el camino.

– Señor, que no se apague el entusiasmo de nuestra donación a Ti.

– Señor, la comunión contigo fortalezca continuamente nuestro propósito de perfección, a pesar del estancamiento y el cansancio.

– Señor, haz que, en el mundo, enfermo de tristeza, anunciemos la alegría de tu resurrección.

– Señor, por la fuerza que nos donas con el alimento divino, haz que moramos cada día al pecado para resucitar contigo a la vida nueva.

– Señor, queremos presentar todos los días en el banquete eucarístico nuestros sufrimientos y penas para ofrecerlos como semillas de resurrección y gloria.

G: Concluyamos nuestra oración con una invocación al Padre celestial, que nos ha dado a su Hijo como alimento de vida.

T: Padre Nuestro…

5 – BENDICIÓN EUCARÍSTICA Y CONCLUSIÓN

 

 

2. “NO HAGAN NINGUNA DIFERENCIA ENTRE EL POBRE ENFERMO Y JESÚS EN EL SACRAMENTO”

1 – CANTO PARA LA EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO

2 – ADORACIÓN

G: Señor, te adoramos,

T: Mi Señor y mi Dios.

G: Cristo, creemos en ti,

T: Mi Señor y mi Dios.

G: Señor, esperamos en ti,

T: Mi Señor y mi Dios.

G: Señor, perdona nuestra indiferencia ante ti,

T:¡Tengan piedad de nosotros!

G: Cristo, perdona la poca fe de la humanidad,

T:¡Tengan piedad de nosotros!

G: Señor, perdona nuestra búsqueda de falsas seguridades,

T:¡Tengan piedad de nosotros!

3 – ESCUCHEMOS LA PALABRA

El conocido pasaje evangélico de Mateo, que afirma como hecho a Dios todo lo que se hace al más pequeño de los hermanos, ha motivado caritativamente a todos los místicos de la caridad, incluido el padre Santiago Cusmano, que lo ha hecho una reflexión continua y significativa con acentos de alta ternura. En nuestra espiritualidad el pobre es el «sacramento de Cristo» y nos arrodillamos en adoración ante el Cristo Eucarístico mientras veneramos, con la misma devoción, a Cristo presente en el pobre.

L1 Del Evangelio según Mateo: Mt 25, 31-45.

«Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria con todos sus ángeles, se sentará en el trono de su gloria. Y todas las naciones se reunirán delante de Él, y Él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras, y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.

Entonces el rey dirá a los de su derecha: «Vengan, benditos de mi Padre, reciban en herencia el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo». Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber; fui forastero y me acogieron, desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y vinieron a verme. Entonces los justos le dirán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te hemos visto forastero y te hospedamos o desnudo y te vestimos? ¿Y cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a visitarte?

Respondiendo, el rey les dirá: «En verdad les digo que cada vez que lo hicieron a uno de estos mis hermanos más pequeños, me lo habéis hecho a mí».

Entonces dirá a los de su izquierda: «Lejos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles». Porque tuve hambre y no me dieron de comer; estuve sediento y no me dieron de beber; fui forastero y no me acogieron, desnudo y no me vistieron, enfermo y en la cárcel y no me visitaron. Entonces ellos también responderán: «Señor, ¿cuándo te hemos visto hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel y no te asistimos?’.

Pero él responderá: ‘En verdad les digo que cada vez que no lo hicieron a uno de estos mis hermanos más pequeños, no me lo habéis hecho a mí’. E irán éstos al tormento eterno, y los justos a la vida eterna».

O también:

L1 De las «Homilías sobre el Evangelio de Mateo» de San Juan Crisóstomo.

«¿Quieres honrar el cuerpo de Cristo? No permitas que sea objeto de desprecio en sus miembros, es decir, en los pobres, sin ropa para cubrirse. No lo honres aquí en la iglesia con telas de seda, mientras afuera lo descuidas cuando sufre del frío y la desnudez. El que dijo: «Este es mi cuerpo», confirmando el hecho con la palabra, también dijo: «Me vieron hambriento y no me dieron de comer», y «cada vez que hicieron estas cosas a uno de los más pequeños de entre ellos, también me las hicieron a mí». El Cuerpo de Cristo que está en el altar no necesita de mantos, sino almas puras; mientras que el que está fuera necesita mucho cuidado.

Aprendamos, pues, a pensar y a honrar a Cristo como Él quiere. El honor más grande que podemos dar a quien queremos adorar, es el que él mismo quiere, no el que nosotros ideamos. Pedro también creía que lo honraba impidiéndole lavarle los pies. Eso no era honor, sino verdadera descortesía. Así que también para darle ese honor que Él ordenó, que los pobres se beneficien de tus riquezas. Dios no necesita vasos de oro, sino almas de oro.

Con esto no quiero prohibirles que hagan regalos a la iglesia. No. Pero les ruego que den, con esto y antes de esto, una limosna. Dios acepta regalos para su hogar terrenal, pero aprecia mucho más la ayuda que se da a los pobres. En el primer caso, sólo se benefician los que ofrecen, y en el segundo, los que reciben. En el primero, el regalo podría ser una oportunidad para la ostentación; en el segundo en cambio, es limosna y amor.

¿Qué ventaja puede tener Cristo si la mesa del sacrificio está llena de vasos de oro, mientras muere de hambre en la persona de los pobres? Primero sacia a los hambrientos, y sólo después adorna el altar con lo que queda. ¿Le ofrecerás un cáliz de oro y no le darás un vaso de agua? ¿Qué necesidad hay de adornar su altar con manteles de oro, si no le ofreces el vestido necesario? ¿De qué le servirá? Dime, si vieras a un hombre hambriento, y en vez de alimentarlo, te dedicas a adornar sólo su mesa con oro, ¿cree que te lo agradecería, o más bien no se enfadaría contigo? Y si vieras a un hombre cubierto de harapos, y sufriendo por el frío, y en vez de vestirlo, le levantas columnas de oro, diciendo que lo haces en su honor, ¿no pensaría que te burlas e lo insultas de manera atroz?

Piensa lo mismo de Cristo, cuando va vagando y peregrinando, necesitado de un techo. Tu rechazas de recibirlo en el peregrino y en cambio, adornas el suelo, las paredes, las columnas y los muros del edificio sagrado».

MOMENTO DE SILENCIO

L2 De los escritos de su padre Santiago Cusmano

«Pobres de Jesucristo, ustedes son amigos de Dios, ustedes son nuestros protectores, y vuestras oraciones por nosotros son tan válidas para Dios como las de los santos del Cielo. Ustedes delante de Dios son todopoderosos, tienen las llaves del Cielo, sus deseos regulan el tiempo y las estaciones. Ustedes nos libran de los azotes de Dios, nos libran de la muerte eterna, son la imagen de Jesucristo.

Por eso los santos, impedidos de visitar a Jesús en el Sacramento, se arrodillaban ante los pobres enfermos. Infelices son los que no quieren conocerles, infelices son los que no quieren apreciarles; tienen las pupilas al revés. ¡Ah! como quisiera elevar mi voz en alto, y hacerla oír hasta los confines del mundo, para invitar a todas las almas a conocerles y servirles.

Oh almas elegidas que están esparcidas por toda la faz de la tierra; almas elegidas que desean ver a Jesús, desistan de este piadoso deseo: en esto habría satisfacción de los sentidos, pero los sentidos pueden engañaros; pero vengan conmigo y yo daré satisfacción a su deseo. ¿Deseas ver a Jesús? Míralo aquí en los pobres: ellos son otro sacramento, porque en la persona del pobre se esconde Jesús […]. Qué gran cosa son ustedes para quienquiera que sea, oh pobres de Jesucristo. Él empleó mucho de su misión divina por ustedes, él elevó la pobreza a sacramento, haciéndoles objeto de culto. Siendo así, he aquí que me postro a vuestros pies y los beso. Creo que al hacerles esto, se lo hago a la persona misma de Jesucristo. Toco tus heridas, las curo y las curo con mis manos sacerdotales, creo que al hacer esto a ustedes, lo hago a la persona misma de Jesucristo. Ustedes se sienten humillados y confundidos cuando hago estas tareas, porque ustedes piensan que es una ofensa a la dignidad sacerdotal. No, déjenme hacerlo libremente, porque de esta manera se ennoblece mi sagrado carácter.

¿Acaso Jesucristo degradó su dignidad cuando cuidó y sirvió a los pobres y a los enfermos? ¿Degradó su divinidad cuando tocó a los muertos y a los leprosos? El sacerdote que se ejercita en estos oficios renueva lo que hizo Jesucristo. Él, en mi opinión, continúa o rememora el sacrificio del altar; porque en el altar trata y toca el cuerpo de Jesucristo que fue sacrificado y crucificado […] y en la cama del enfermo trata y toca al pobre cubierto de heridas, que es la imagen de Jesucristo. A los ojos de la carne son cosas asquerosas, pero a los ojos del espíritu son cosas divinas» (Homilía a los pobres de la Quinta Casa, 1884).

O también:

L2 «No encuentro palabras para expresarte la inefable alegría que inunda mi corazón y mi espíritu. Poder tener a Jesús en nuestra casa, pobre, sufriente, deseoso de los cuidados de nuestro amor, y tenerlo, no en visión o contemplación extática, sino en fe, es decir en virtud de esa palabra por la que nos asegura que es Él quien recibe nuestra ayuda, nuestro alivio, nuestros cuidados, cuando lo hacemos en favor del más pequeño, del más miserable de nuestros hermanos […].

Y para que la armonía de vuestro canto sea constante, estén continuamente en el espíritu de vuestra santa observancia, que une vuestro corazón y vuestra alma a Jesús y a sus Pobres, para no hacer ninguna diferencia entre el Pobrecillo sufriente y Jesús en el Sacramento.

El único amor, la única preocupación, la única observancia es siempre Jesús. Corre a la Sagrada Comunión, corre al lecho de los enfermos, corre a dar de comer a los hambrientos, corre a vestir a los desnudos, a saciar la sed, a enseñar a los ignorantes, a enterrar a los muertos, siempre es Jesús; no disminuyas tu afecto, no hagas de menos tus preocupaciones, no perjudiques tu espíritu. Él está a tu lado, careciendo por tu amor; y esto quiere darte cuando te llama hacia Él por todos estos caminos, te acerca y te mantiene cerca de su corazón.

O también:

L2 » Él nos ha preferido, nos ha llamado a una fiesta eterna; ¡no es aburrimiento ni sufrimiento servir al Señor! Los ángeles y los santos consiguen su eterna felicidad en la eternidad, y nosotros debemos sentir toda la alegría y felicidad en el tiempo. Deberíamos competir para servirle y sacrificarnos por él. Él es, Él es, y no los hombres, quien se muestra a nosotros en los pobres. Aquel que se une a nosotros en el trabajo, el esfuerzo y la observancia. Si aún tenemos los ojos cerrados, si nuestro espíritu está privado a causa del amor propio que nos gobierna, nosotros atraídos por la corrupción del corazón, haremos lo que hicieron los judíos, que lo tuvieron entre ellos y no lo reconocieron, y lo persiguieron y lo crucificaron […].

¡Qué grande es nuestra fortuna, habiéndonos llamado a servirle y a amarle en el prójimo, en sus pobres! No mires, no, no mires con tu propio ojo material a las criaturas con las que Dios te hace vivir, y a aquellas a cuyo servicio te hace dedicarte […]. Mira esta hermosa imagen de tu buen Jesús, y particularmente recórretela con el ojo de la vuestra fe; ámenla con el sentimiento más íntimo y ardiente de la vuestra caridad en la persona de sus Pobrecillos que Él les confía.

4 – HOMILÍA O REFLEXIÓN PERSONAL

CANTO

5 – ORACIÓN

G: Pidamos al Señor la gracia de saber reconocer su presencia en cada persona que nos encontramos y en cada evento, por muy feliz o triste que sea. Digamos después de cada intención:

T: ¡Ayúdanos a descubrir tu presencia, oh Señor!

– En tu maravillosa creación

– En el sol que sale cada mañana

– En el atardecer de cada día

– En cada evento de la vida

– En cada prueba y en cada dolor

– Tanto en el éxito como en el fracaso

– En cada persona que conocemos o que está a nuestro lado

– En aquellos que nos guían en la sociedad y en la vida

– En las elecciones políticas y sociales

– En la familia que nos hiciste nacer

– En la comunidad en la que vivimos y trabajamos

– En aquellos que nos aman

– En los que son indiferentes

– En aquellos que nos han hecho daño

– En cada pobre

– En cada persona enferma

– En cada anciano

– En cada niño

– En cada prisionero

– En cada hombre que rechaza tu gracia

Oremos

Señor, que tu gracia vivifique el don de la fe que hemos recibido de ti. Que reconozcamos tu presencia entre nosotros y en todos los que nos encontremos hoy, especialmente en el Pobrecillo – tu Sacramento. Que no se rompa este vínculo que nos une a ti y en el que nos has establecido. Tú eres el Dios fiel, ahora y siempre. Amén.

6 – BENDICIÓN EUCARÍSTICA Y CONCLUSIÓN

 

 

3. EL BOCADO EUCARÍSTICO: PAN PARTIDO

 

1 – CANTO PARA LA EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO

2 – ADORACIÓN

G: «Te adoramos, Señor Jesucristo, aquí y en todas las iglesias del mundo y te bendecimos porque con tu santa cruz has redimido al mundo» (San Francisco de Asís).

T: ¡Señor, aumenta nuestra fe!

G:Señor, ¿a quién iremos?

T: Sólo tú tienes palabras de vida eterna.

G:¡Señor, yo creo! ¡Ayuda a mi débil fe!

T: Señor, que yo te sienta a mi lado, palabra de salvación, pan de vida, anticipo de gloria.

Oremos

G: Señor, Tú que cada día que nos llamas a tu mesa, concedenos, te rogamos, que la celebración de la Eucaristía sea el verdadero signo de nuestra voluntad de comunión y la fuente de una unión siempre más profunda entre nosotros y contigo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

3 – ESCUCHA DE LA PALABRA

G: La espiritualidad eucarística del «pan partido» encuentra una expresión particular en el «bocado eucarístico», que está a la base de la idea cusmaniana del «Bocado del Pobre». «Partir el pan» es una invitación constante, para que nuestra caridad, material y espiritual, sea eficaz y por lo tanto creíble.

«Los dos discípulos de Emaús conocieron a Jesús no mientras explicaba las Escrituras, sino mientras partía el pan. Por lo tanto, si queremos dar a conocer a Jesús, debemos comenzar no con el «enseñare», sino con el «hacer». A las almas no les basta sólo escuchar. Los pobres, que han vivido lejos de Dios, quieren ver; y debemos ayudarles con nuestras obras, para que ellos, admirando su santidad, puedan dar gloria a Dios» (Padre Santiago Cusmano).

L1 Del Evangelio según Lucas: Lc 24, 13-17. 27-35

«Y he aquí que ese mismo día dos de ellos iban camino de una aldea a unos siete kilómetros de Jerusalén, llamada Emaús, y hablaban de todo lo que había sucedido. Mientras hablaban y discutían entre sì, el propio Jesús se acercó y caminó con ellos. Pero sus ojos no pudieron reconocerlo. Y les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?» […]. Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras.

Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!». Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan.

SILENCIO

G: La ayuda material debe conducir al nutrimento espiritual, el Bocado del Pobre al bocado eucarístico: como Jesús que, viendo a sus oyentes hambrientos, multiplica los panes y les da de comer; luego parte el pan de la Palabra y les anuncia el don de su Pan Eucarístico. En Cusmano es la afirmación de la sacramentalidad de los pobres lo que introduce el significado eucarístico del Bocado del Pobre. Él mismo nos cuenta el origen eucarístico.

Alternado a dos coros:

1 – «Este nombre misterioso (el Bocado del Pobre), bajo el cual nació una obra en beneficio de los infelices, surgió de la idea de la Sagrada Eucaristía, Sacramento del amor divino,

2 – a través de la cual Jesucristo, haciéndose el pan de la vida eterna y comunicándose en la fracción del mismo a los pecadores, que son en el verdadero sentido los pobres porque están privados de los bienes celestiales en absoluto,

1 – viene a buscarlos quitándoles el hambre de todo apetito extraño y dañino y nutriéndolos con el verdadero alimento que da vida y vida eterna.

2 – De modo que el Bocado del Pobre, en su primera intención, es la Sagrada Comunión, para la cual, procurando la participación de todos los pecadores, se difunda por todas partes el principio de la generación y la vida.

1 – De esto se desprende que la ayuda material que se procura en la Asociación, nacida bajo este nombre, no tiene otro fin que el de reunir recursos y trabajadores para trabajar por la vida verdadera, por la observancia de la santa ley de Dios, por la imitación y la unión con Jesucristo;

2 – y así, acercando a los ricos a los pobres, unir a todas las criaturas en el vínculo de la caridad que forma la eterna bienaventuranza de los elegidos» (Padre Santiago Cusmano).

CANTO

4 – HOMELIA, o el siguiente comentario

El bocado material lleva al bocado espiritual, pero también es el bocado eucarístico el que sugiere la obra de caridad del «bocado del pobre». Hay un pan que debe ser partido para que amemos la vida: Cristo, Pan de vida eterna, que nos regenera a todos, pobres, ricos, pecadores o no. Todos nosotros, alimentándonos de este pan, recibimos «el principio de generación y vida». Pero esto no puede suceder sin un compartir fraterno. La Santa Comunión no es un hecho íntimo. Es un gesto convivencial, en el que se parte el Pan común, ese Pan que nos llama a la conversión, a hacer de la mesa eucarística la mesa de la caridad, el ágape fraterno, que no termina con la frase: «Vayan en paz, la Misa ha terminado».

Entonces comienza la mesa de la caridad. Ese pan eucarístico, partido en la mesa sagrada, encuentra su cumplimiento en el pan cotidiano partido con el hermano pobre, en el que hemos reconocido el mismo Cuerpo del Señor, pobre, herido, crucificado. «El bocado material debe llevar almas al bocado eucarístico, así como el bocado eucarístico debe unir los corazones de los ricos con los de los pobres y hacer de todos: un solo corazón, una sola alma» (P. Santiago Cusmano).

L1 En la Eucaristía nuestro Dios ha manifestado la forma extrema del amor, anulando todos los criterios de dominación que con demasiada frecuencia rigen las relaciones humanas y afirmando radicalmente el criterio de servicio: «Si uno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». (Mc 9,35). No es casualidad que en el Evangelio de Juan no encontremos el relato de la institución eucarística, pero sí el del «lavatorio de los pies» (cf. Jn 13,1-20). Inclinándose para lavar los pies de sus discípulos, Jesús explica inequívocamente el significado de la Eucaristía. San Pablo, a su vez, denuncia con vigor que no es lícita una celebración eucarística que no venga iluminada por la concreta caridad testimoniada en el compartir con los más pobres (cf. 1 Cor 11,17-22.27-34).

L2 La verdadera unión de los corazones tiene lugar en la mesa eucarística, el sacramento de la fraternidad universal. En este sentido Cusmano habla del bocado, material y eucarístico, como un «amor de caridad» que une todos los corazones en la mesa del amor. Nuestra mesa, de la Eucaristía y la caridad, fundada en el reconocimiento del propio Cuerpo de Cristo, nos llama a la conversión. Al celebrar la Eucaristía, recordemos la exhortación de Pablo: «Examínese cada uno y coma de este pan y beba de este cáliz; porque el que come y bebe sin reconocer el cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación» (1 Cor 11,28-29). El padre Santiago Cusmano nos mostró cómo «reconocer el cuerpo del Señor», no sólo en la presencia eucarística real, sino también en los pobres, nuestros hermanos. Y reconocerlo concretamente, día tras día.

T: «¿Ves a ese hermano tuyo? No tiene techo, ni comida, ni medicinas. Toma algo de tus vanidades, de tus placeres, de lo superfluo; toma un bocado y dáselo; destina unas horas para visitar a los pobres, para consolar a los afligidos; no te vayas a dormir sin que tu conciencia te testimonie un servicio prestado al prójimo». (Padre Santiago Cusmano)

CANTO

5 – ORACIÓN DE INTERCESIÓN

G: Y ahora rezamos para que, como los discípulos de Emaús, sepamos reconocer a Cristo al partir el pan, compartiendo nuestro bocado material y espiritual con nuestros hermanos que no lo tienen. A cada intención responderemos:

Ayúdanos a reconocerte en la fracción del pan.

– Para que sepamos compartir mejor el pan que hemos recibido de ti. Señor, nosotros te rogamos.

– Para que compartamos la alegría que tú nos infundes. Señor, nosotros te rogamos

– Para que sepamos compartir la esperanza que viene de ti. Señor, nosotros te rogamos

– Para que compartamos mejor todas las riquezas que recibimos de ti. Señor, nosotros te rogamos

– Para que compartimos más el amor con el que tú nos amas.  Señor, nosotros te rogamos.

PAUSA PARA LA REFLEXIÓN

Las siguientes invocaciones se intercalarán con un momento de silencio

– Padre, haz que tengamos compasión de los que sufren.

– Haznos solidarios con aquellos que buscan trabajo y no lo encuentran.

– Haznos solidarios con los padres que no pueden dar a sus hijos lo que necesitan.

– Haznos solidarios con los niños que son maltratados y con aquellos que, en el mundo, no tienen el pan necesario.

– Haznos solidarios con los jóvenes en los ya no se tiene confianza.

– Haznos solidarios con los exiliados, los refugiados, con todos los que son expulsados de su patria.

– Haznos solidarios con aquellos que son injustamente maltratados por su fe.

– Haznos solidarios con todos aquellos cercanos a nosotros que son olvidados y a los que con demasiada frecuencia tendemos a ignorar.

G: «Jesucristo sólo enseñó una oración para los pobres y los ricos. El rico dice: «Padre nuestro que estás en el cielo», y «Padre nuestro» repite el pobre que gime, desprovisto y languidece. Por lo tanto, sólo uno es el Padre de todos, y todos somos hermanos en Jesucristo. Por lo tanto, por amor al Padre que tenemos en común, al cual, como pobres, decimos: «danos hoy nuestro pan de cada día», debemos privarnos de un bocado. No hacerlo sería falta de amor, sería desprecio, injusticia, ingratitud» (Padre Santiago Cusmano).

Padre Nuestro…

7 – BENDICIÓN EUCARÍSTICA Y CONCLUSIÓN

BENDICIÓN EUCARÍSTICA

G: Les diste pan del cielo. (T.P. Aleluya).
T: Que contiene en sí todo deleite. (T.P. Aleluya).

Oremos.
Oh Dios, que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tú Pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

T:  Amén.

ALABANZAS DE DESAGRAVIO

Bendito sea Dios.

Bendito sea su santo Nombre.

Bendito sea Jesucristo, Dios y Hombre verdadero.

Bendito sea el Nombre de Jesús.

Bendito sea su Sacratísimo Corazón.

Bendita sea su Preciosísima Sangre.

Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.

Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.

Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.

Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.

Bendita sea su gloriosa Asunción.

Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre.

Bendito sea San José, su castísimo esposo.

Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.

CANTO FINAL