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El sistema de las escusas

A menudo me preguntan cómo se puede formar una mentalidad comunicativa. Tal vez mi respuesta sea trivial o inadecuada, pero diría que se consigue venciéndose a uno mismo. ¿En qué sentido?

Ganar no significa simplemente derrotar a los adversarios: significa también saber superar los propios límites y ésa es la primera victoria que podemos alcanzar. Incluso cuando somos adultos y conocemos la vida, siempre podemos aprender un nuevo concepto, un nuevo deporte, un nuevo trabajo, etc., y cuando lo consigues, como por ejemplo utilizar bien un programa de PC, te sientes satisfecho, aprecias el logro. 

Ganar también significa resolver problemas: otro tipo de logro, tanto en la vida como en el deporte. Y luego está el ganar a los oponentes. En este momento de la historia, lamentablemente, estamos viviendo una situación sin precedentes. Nos han «llenado» de imágenes y comentarios sobre las actuaciones deportivas de la selección nacional, el atletismo, la fórmula 1, como si toda la vida fuera una competición, unas olimpiadas, un campeonato, un torneo. Como si el deporte fuera el espejo de todas las situaciones de la vida.

La vida no es una carrera, una competición continua entre ganadores y perdedores, un campeonato. La vida no es esto: un gol menos no hace que uno sea un perdedor, (incluso en las comunidades pasa lo mismo), no podemos estar sujetos a esta sugerencia.

Metáfora deporte-vida-comunicación.

En mi opinión, podemos aprender del deporte -hay muchos que lo piensan- un aspecto educativo fundamental: a veces el miedo a crear «competición» en la escuela incitando a estudiar para ser los mejores y triunfar en la vida, eclipsa la importancia de saber perder, de saber experimentar el fracaso. En el deporte se aprende tanto a perder como a ganar. Hay que comprometerse con el sacrificio y saber valorar las pequeñas y grandes cosas que contribuyen a la victoria, a la consecución de un resultado: cuando se ha hecho todo lo posible y se pierde, o cuando no se ha hecho todo y llega la derrota, hay que afrontar la situación con dignidad y sabiduría para seguir adelante y mejorar.

Los que practican deporte saben que no pueden ganar siempre, eso sería una excepción: lo normal es alternar entre la victoria y la derrota.

Siempre me he alegrado y me he sentido satisfecho de los excelentes logros de mis hijos en sus estudios y trabajos, pero también me he sentido orgulloso de ellos cuando, a pesar de su empeño y deseó, no han hecho un buen discernimiento y han tomado decisiones equivocadas, aprendiendo del error cometido.

Cuando fracasan, cuando su camino se ve frenado por imprevistos, no culpan a los demás, no se quejan de la mala suerte, sino que asumen con madurez los retos de la vida.

¿El adversario/situación nos ha agarrado desprevenidos y nos ha sobrepasado? ¿Cómo reaccionamos normalmente?

Tal vez nos deprimamos. O por el contrario aprovechamos la oportunidad para madurar una mentalidad positiva y constructiva, para colocarnos en una condición proactiva. 

No podemos ser un bulto inerte y abandonado en una existencia gris y desesperada, sometida perezosamente a la «cultura de las excusas».

¿Qué es una excusa? Es una justificación del fracaso, como si tener éxito o fracasar en algo no dependiera de una dificultad personal, sino de la imposibilidad de lograrlo. Nos mentimos a nosotros mismos y decimos: «¡No puedo cambiar los acontecimientos! No puedo hacer nada porque no estuve a la altura de las circunstancias, no soy el mejor…»

¡El equipo de Comunicación de los MSdP, no es un grupo que existe sólo en sueños, sino un equipo que sueña! Sueña con ganar su medalla de oro en comunicación y haremos todo lo posible para conseguirlo.

Si fracasamos, no podremos considerarnos perdedores; ¡No alcanzar un objetivo marcado no significa resbalarse hacia el abismo y comprometer la historia! ¡Y esto es igualmente cierto para los jóvenes!  Disfrutamos y maduramos sobre todo en los procesos de consecución de objetivos.

Intentamos ganar todo lo posible, pero no debemos someternos a los que dicen que el mundo se divide en ganadores y perdedores. Más bien, el mundo se divide en personas buenas y malas, que experimentan tanto la victoria como la derrota.

Esta es la división que hay que tener en cuenta.

Siguiendo con el lenguaje metafórico, podemos compararnos con aquellos que durante la preparación de la pasta carbonara no logran cocinar el huevo de la forma y a la temperatura adecuadas para obtener la crema que envolverá el rigatone y termina haciendo un omelette. ¡Gran error! Puede ocurrir, pero el desánimo no prevalecerá… lo intentará de nuevo hasta hacer una crema extraordinaria para conquistar el paladar con delicadeza: en ese preciso momento apreciará el plato en todo su potencial. Lo mismo ocurre con la comunicación: una vez liberado todo el potencial, apreciará el sabor… Ah, se me olvidaba: ¡no hay que mezclar la nata con la crema! Disculpe, tenga paciencia… Soy demasiado italiano, lo sé.

Rigatone con la crema adecuada
El rigatone con omelette
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